por fr. Francesco Scaramuzzi, OFM Cap.
Cuando en julio de 1970 nació el primer número de “Voce di Padre Pio”, en su editorial P. Bernardino de Siena – entonces Postulador General de la Orden de los Hermanos Capuchinos – explicaba que la idea inspiradora era simple y genuina: contar el mundo del Padre Pío y, al mismo tiempo, hacer llegar su Voz a todos sus devotos. De esta simple idea, comenzó una larga serie de historias y de voces, que aún hoy continúan, y que ve a los frailes de la provincia de Foggia dar noticias en el sentido de la existencia “según el evangelio” del que el Santo de Pietrelcina ha sido un intérprete auténtico.
La voz, para cada hombre, es posibilidad de expresarse y de revelarse; manifestar las propias ideas y las propias convicciones; dar cuerpo a las mismas; contar los éxitos, los sueños y los fracasos. A través de la voz, cada uno da sustancia a los propios estados de ánimo, hablando, riendo, cantando, llorando o gritando. Ella es más que un simple sonido: es un modo de ser y de actuar que se hace audible y, por ello, manifiesta.
A menudo, basta el simple tono de voz para mostrar lo que nos agita dentro o dar acento a las palabras y a los pensamientos. La voz es tan importante que, quien no la tiene, se arriesga a no ser escuchado, y quien no es escuchado se queda sólo, y termina por pertenecer a aquel grupo de los últimos, que lo son exactamente porque no tienen voz. Pero la voz sirve también para llamar la atención cuando estamos distraídos; para dar nombre a las cosas y para llamarlas por su nombre. Es por ello también que, gracias a la voz, la relación entre las personas es posible, consintiendo a cada uno reconocer al otro y ser reconocido.
En el Evangelio (cit Jn 10, 7-14) la voz del buen Pastor es el medio a través del cual le reconocen sus ovejas: una voz familiar y de confianza, distinta entre muchas. Sabemos qué difícil es hoy reconocer la voz del Verdadero Pastor, entre las muchas de los falsos pastores que llaman nuestra atención y prometen vida, bienestar, felicidad. Es fácil ser engañados por charlatanes e impostores, “ladrones y bandidos”. ¿Cómo reconocer entre tantas voces, la del Verdadero Pastor? Es necesario que nos acostumbremos al oído.
El mismo Padre Pío nos explica la manera: “Humíllate amorosamente ante de Dios y los hombres, porque Dios habla a quien tiene las orejas bajadas. Sé amante del silencio porque, cuando se habla mucho, no es nunca sin culpa. Permanece en retiro todo lo posible porque en el retiro el Señor habla libremente al alma y el alma es más capaz de escuchar su voz” (Epist.III,432).
En estos largos 47 años, la Voce di Padre Pio, ha sonado en todas partes, dando sustancia, color y sabor a las palabras de Cristo, dirigiendo y volviendo a llamar la atención de sus lectores sobre lo que realmente cuenta. A este compromiso muchos han dedicado su inteligencia y voluntad, acostumbrando a la Verdad del Evangelio el oído de aquellos que escuchan. El último Fray Mariano Di Vito, que ha guiado esta Revista durante siete años con dedicación, pasión y competencia, contribuyendo a su crecimiento y afirmación.
Ahora me han confiado a mí la tarea de continuar dando voz. A la mía se sumarán las voces de los articulistas, de los colaboradores y de los lectores que, sinceramente enamorados del Padre Pío y de su enseñanza, continuarán difundiendo su voz, la del Maestro, Cristo, a Quien todos estamos invitados a prestar oído porque sólo Él tiene palabras de vida eterna.