por fr. Mariano di Vito, OFM Cap.
En su vida simple, pero extraordinariamente profunda y actual, Santa Teresita del Niño Jesús (de Lisieux) narra cómo ha vencido aquel sentimiento de angustia y de pánico, mirando una imagen de la Virgen y haciéndose iluminar por la sonrisa maternal de la Virgen Santa.
Cae en este año el centenario de las apariciones de Fátima (1917-2017), en el cual vuelve a presentarse el mensaje fuerte de oración y conversión que, desde el pueblo portugués, quiere una vez más encontrar a hombres, situaciones e historias de nuestro tiempo.
Clara la llamada a «volver», a hacer un giro total (el significado etimológico de conversión es pues cambiar totalmente de dirección), que representa el corazón de las intervenciones de la Blanca Señora que, de verdad, también después de cien años, conserva toda su dramática actualidad y, sin querer exagerar, es un verdadero golpe hacia aquel mundo (¡el nuestro!), que desde el Evangelio parece que haya perdido el camino y su revolucionaria frescura.
Sin embargo… En Fátima, como en todas las apariciones que se conocen y que la Iglesia ha reconocido, todo empieza en el corazón de la Virgen Santa. Un corazón de madre, ardiente, atento, acogedor, reflejo único del Corazón misericordioso y atravesado de Cristo.
La «clara sonrisa» que Santa Teresita vio en el rostro de la Virgen es la puertecita que permite a todos entrar en aquel corazón maternal y hacer que nos llene de la belleza del bien, para alejarnos del mal y posiblemente vencerlo.
Un espíritu angustiado, deprimido, miedoso, -lo sabemos-, es una presa fácil y se deja fácilmente transportar por la corriente, sin saber cómo oponer resistencia alguna. Igualmente un espíritu arrogante, orgulloso, prepotente, ciego por el resentimiento, por el odio y por la venganza, no se detiene delante de nada y es capaz de procurar para sí mismo y para los demás indescriptibles sufrimientos, injusticias y muerte. ¡Como las crónicas recientes que nos dan puntualmente dramáticos y sangrientos testimonios!
¡Que aquella «clara sonrisa», y aquel corazón ardiente puedan volver a dar vigor, apoyo y paz, también humildad, atención, respeto y perdón!
Que la Virgen de la sonrisa que, en el fondo, es cualquier imagen de la Virgen colgada en las paredes de nuestras casas o celosamente guardada en nuestro bolsillo interno de la chaqueta se vuelva, en este mes dedicado a ella, el imán que atraiga nuestra mirada, vuelva a levantar y dar fuerza a los ánimos derrotados y desalentados, derrita el hielo duro de las relaciones conflictuales y egoístas, rompa los lazos y las cadenas del odio, del ira y del rencor y nos vuelva a poner en el buen camino, que por miles de motivos hemos abandonado o perdido.
Sin abatirnos. Simplemente envueltos en la brisa perfumada de su «clara sonrisa».